Es difícil realizar una propia autoevaluación del desempeño que realizarás como educador sin antes contar con tal experiencia, no obstante y en una forma de visualizar nuestro futuro como docentes, se hace imposible negarnos a dicha idea; una mezcla de miedo, ansias y preocupación frente a ello…
En infinitas ocasiones y creo que toda la comunidad escolar, perteneciente, o que en un momento fue parte de ella, ha presenciado las diversas actitudes que toma el alumnado frente a las características del profesor que tienen ante sus ojos. Considero que uno de los primeros aspectos para verificar nuestro desempeño ante la clase, es analizar el comportamiento de los mismos, el clima social que se genera en el aula; es necesario sentir esa cercanía con el joven estudiante, que se sienta a gusto con las clases que día a día presencia, generar tratos cordiales y de respeto, donde cada uno de los presentes tenga sus lugar y tome parte de él en todas las actividades a realizar, sin sentirse opacados por uno ni por otro, menos por el profesor, que se supone es el ente unificador del compendio de ideas de los alumnos dentro de la sala de clases. Es por ello que muchas veces, y considerando mi experiencia personal, los alumnos tienden a comportarse de una manera adecuada, una ejemplar disciplina en este caso, con aquellos profesores que logran mantener una clase armoniosa y controlada. A mi parecer, mantener el orden y captar la atención del alumnado en base a “gritos” dentro del aula, no es la mejor forma, ni refleja el buen desempeño de uno como educador; todo lo contrario, eso refleja el mal manejo que se tiene sobre los jóvenes, y como estos logran adaptar y manejar al profesor a su conveniencia, cuando lo que cree este es todo lo contrario. A modo de ejemplo: los alumnos saben muy bien con quién comportarse de una u otra forma dependiendo del docente, sino no existirían aquellos profesores dóciles en el cambio reiterado de evaluaciones, ¿o si? A mi parecer esa es una cara forma de manejo, y que los alumnos saben identificar plenamente en los distintos docentes.
De este modo, un buen clima social dentro del aula nos resultará fundamental a la hora de analizar nuestro desempeño como profesores, lo que contribuye a ello no solamente nuestra actitud hacia los alumnos, sino también el ambiente físico que los rodea. Por la misma razón es que si me correspondiera realizar actividades de jefatura en un determinado curso, sería preciso encargarme de la generación de un ambiente acogedor, y que a la vez facilitara, en cierto modo, mi labor y la de mis colegas en su trabajo de enseñanza.
Paralelamente a lo expuesto con anterioridad, es posible mencionar que tales aspectos influyen considerablemente en la efectividad de la escuela como tal, y en la disminución del desgaste profesional de los entes que forman parte de ella.
Si vemos el trasfondo de tales situaciones, podremos darnos cuenta de la importancia que tiene esto para la confianza del alumno, y este podría ser considerando otro factor decidor a la hora de nuestra evaluación como docentes: el que un alumnos se sienta con la confianza suficiente para opinar en clases, significa que estos se sientes con las capacidades necesarias para tal actividad, pues hablaran con bases y fundamentos propios de la asignatura. De no ser así, es que algo nos falta para generar dicha actitud en nuestros alumnos. Primero que todo, el alumnos que opina, es aquel que no teme elevar su voz ante los compañeros, ni teme ser ridiculizado por los mismos; a la vez es un alumnos que sabe de aquello que habla, que tiene un manejo de las materias, indicios que revelan el buen desempeño nuestro, en ese aspecto. Por otro lado, muchas veces se tiende a decir y generalizar, que los alumnos “no saben” y que sus profesores no les enseñan lo necesario, en base a que no logran dar su opinión en clases, sin embargo, y aquí es donde refuerzo la idea del clima social, esto no necesariamente puede tener su raíz en los conocimientos del alumno, sino que este puede temer enfrentarse a sus pares y profesor, aunque sepa y se maneje en el tema en discusión, pues el docente no se ha dado el tiempo de crear un ambiente adecuado para logra tales aspiraciones. Lamentablemente y en base a mi experiencia como alumna, puedo decir que estos no son hechos aislados, sino que más bien se presentan en la mayoría de los establecimientos educacionales.
Finalmente, puedo mencionar otro elemento que nos ayudará en la identificación de la calidad del desempeño ejercido como docentes, y este ultimo que mencionaré es el más común de todos: las evaluaciones. Pienso que no existe factor más concreto que tal actividad, y es por la misma razón que ante malos resultados en una evaluación equis, los profesores tiendan a realizar una especie de repaso de los contenidos ya vistos, para reforzarlos y dilucidar los puntos débiles de los diversos aspectos que ello conlleva. Creo que no existe un hecho más frustrante para un profesoe, que el que sus alumnos, a los cuales este ha enseñado, y supuestamente han aprendido, obtengan malas calificaciones. Personalmente sería un especie de fracaso, pues me llevaría a pensar que no sé enseñar, que no explico bien, o que simplemente “no tengo dedos para el piano” como dice el dicho. Es por ello que un ambiente afectivo y cercano, tanto como uno de aprendizaje en el que exista retroalimentación, serán profundamente significativos para la enseñanza de nuestros alumnos, lo que reflejará en sí, nuestro desempeño como mentores.
¿Será tan necesario el ambiente afectivo y cercano para el desarrollo integral de los alumnos, reflejo de nuestro buen desempeño como docentes?
Paz Sepúlveda.-